“¡Oh, creyentes! Temed a Dios y contaos entre los veraces”. (Corán 9:119)
Pídale a una persona estándar que defina sinceridad y su respuesta probablemente se restrinja a algo acerca de la sinceridad al hablar. Sin embargo, el Islam profesa que la sinceridad precede al discurso sincero. En el Islam la sinceridad es la comunión del interior con el exterior, de la acción con la intención, la correlación del discurso y la creencia y de la práctica con la prédica. Como tal, la sinceridad es la piedra angular de la rectitud en el carácter del musulmán y el trampolín de sus acciones virtuosas.
El gran erudito y sabio del Islam, Ibn Al-Qayyim, dijo: “La sinceridad es el más grandioso de todos los estados, de ella brotan los demás estados que atraviesan el camino de Dios, y a partir de ella germina el sendero de la rectitud, el cual debe ser transitado para que la perdición no se convierta en el destino del caminante. A través ésta se distinguen al hipócrita del creyente y al habitante del Paraíso de quien reside en el Infierno. Es la espada de Dios en Su tierra: no se la coloca sobre nada sin que lo corte; no contempla engaño que no aceche y venza; quien luche con ella de su lado no será derrotado, y quien la exprese superará a su adversario con su palabra. Es la esencia de las buenas acciones y el florecimiento de los estados espirituales, permite que la persona se embarque intrépidamente en situaciones peligrosas, y es la puerta por la que uno ingresa a la presencia del Majestuoso. Es el cimiento de la construcción del Islam, el pilar central del edificio de la certeza y el nivel que le sigue a la profecía”.[1]
Al cultivar la sinceridad el ser evoluciona, su vida se endereza, y gracias a ello alcanza un elevado y alabable estado mientras que su condición es enaltecida, tanto a la vista de Dios como de las personas. Así como el Profeta Muhammad (que la paz y las bendiciones de Dios sean con él) relató:
“Sean sinceros, pues la sinceridad conduce a la rectitud, y efectivamente la rectitud conduce al Paraíso. Un hombre perpetúa su sinceridad y se esfuerza por alcanzar la sinceridad hasta que es registrado como una persona íntegra ante Dios. Tened cuidado con el engaño, pues el engaño conduce al pecado, y el pecado conduce al Fuego. Un hombre continúa diciendo mentiras y hace lo posible por engañar hasta que es registrado como un mentiroso ante Dios”. (Sahih Muslim)
Por ende, la sinceridad es un rasgo que debe cultivarse hasta implantarse en el alma y disposición del ser y, por consiguiente, reflejarse en el carácter de la persona. Ali Bin Abi Talib, primo y yerno del Profeta Muhammad, mencionó la reciprocidad positiva al actuar sinceramente en esta vida terrenal:
“Quien haga tres cosas por la gente, ellos le pedirán tres cosas: cuando hable que sea sincero, cuando se le asigne una misión que no traicione, y cuando prometa algo que lo cumpla. Si procede de este modo sus corazones lo apreciarán, sus lenguas lo alabarán y recurrirán en su ayuda”.[2]
En cuanto a la vida del más allá, a través de la Gracia y Misericordia de Dios, los obedientes –practicantes de la sinceridad– alcanzarán una morada en el Paraíso junto a las almas más afortunadas que fueron mencionadas en la revelación.
“Quienes obedezcan a Dios y al Mensajero estarán con quienes Dios ha agraciado: los profetas, los veraces, los que murieron dando testimonio [de su fe] y los justos. ¡Qué excelentes compañeros!” (Corán 4:69)
De hecho, la sinceridad es un atributo esencial de cada uno de los profetas que habitó la Tierra. Nos es anunciado en el Corán:
“Y nárrales [¡Oh, Muhammad!] la historia de Abraham que se menciona en el Libro [el Corán]. Por cierto que era un Profeta veraz”. (Corán 19:41)
“Y nárrales la historia de Ismael mencionada en el Libro. Siempre cumplió su palabra, fue Profeta y Mensajero”. (Corán 19:54)
“Y nárrales la historia de Enoc que se menciona en el Libro. Fue un Profeta veraz”. (Corán 19:56)
También, leemos en el Corán las palabras dirigidas al profeta José de parte de un hombre encarcelado junto a él:
“¡Oh José! ¡Oh, veraz!…” (Corán 12:46)
…y que María, la madre de Jesús, también fue declarada veraz por medio de las Palabras de Dios:
“El Mesías hijo de María es sólo un Mensajero, igual que los otros Mensajeros que le precedieron, y su madre fue una fiel y veraz creyente”. (Corán 5:75)
… y los Compañeros del Mensajero de Dios, los “creyentes”, fueron mencionados una y otra vez en el Corán como las personas sinceras y veraces:
“Por cierto que los verdaderos creyentes son quienes creen en Dios y en Su Mensajero, y no dudan en contribuir con sus bienes o esforzarse por la causa de Dios. Esos son los sinceros en la fe”. (Corán 49:15)
Por lo tanto, seguir el sendero de la sinceridad es seguir el sendero más digno de entre las creaciones de Dios. En cuanto a los modos y recursos disponibles para suscitar a ésta, la más noble de las virtudes en nuestra vida cotidiana, contamos con un océano de enseñanzas legadas a la humanidad por el último Mensajero de Dios, el Profeta Muhammad. Estas detallan y describen lo que la sinceridad requiere y lo que dicha virtud prohíbe. Entre los vastos y numerosos dichos del Mensajero de Dios se encuentra:
“Garantízame seis cosas y te garantizaré el Paraíso: di la verdad cuando hables, cumple tus promesas, mantén tu fidelidad cuando se confíe en ti, preserva tus partes íntimas, recata tu mirada y guarda tus manos (de dañar a otros)”.[3]
Dios confirmó la autenticidad de las palabras de Su Amado Mensajero con Sus Propias Palabras:
“Dios les tiene reservado Su perdón y una gran recompensa a los musulmanes y las musulmanas, a los creyentes y las creyentes, a los piadosos y las piadosas, a los justos y las justas, a los pacientes y las pacientes, a los humildes y las humildes, a aquellos y aquellas que hacen caridades, a los ayunadores y las ayunadoras, a los pudorosos y las pudorosas, y a aquellos y aquellas que recuerdan frecuentemente a Dios”. (Corán 33:35)